Un anciano muere y va la cielo. Allí es recibido por San Pedro.
- ¿Me puede decir cómo se llama?
- Pues, es que no me acuerdo.
- A ver, le pondré algunos nombres, y me dice si le suenan. ¿Carlos? ¿Luis? ¿Juan? ¿Antonio?
- No creo que no, ninguno me suena, aunque podría ser uno de esos...
San Pedro, desesperado, va a ver a Jesús, al que le cuenta el caso del anciano. Entonces Jesús acude a hablar con él:
- Mire, le haré unas preguntas, intente recordar, ¿de acuerdo?
El anciano asiente.
-¿En qué trabajabas?
- Creo que era carpintero.
-¿Estabas casado?
- Creo que sí, era una mujer muy buena, casi un santa, creo recordar.
- ¿Tenías hijos?
-Sí, uno, pero era muy independiente.
Entonces Jesús llora de alegría, y corre a abrazar al anciano.
-¡Papá, soy yo tu hijo!
Entonces el anciano llora también y exclama emocionado.
-¡¡¡Pinocho...!!!
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